Reuniones y lo que cuentan los directivos
Comidas, reuniones, cocktails... todos aquellos encuentros entre analistas y directivos que sirven de todo, menos para los inversores
Si habéis leído algo de literatura financiera, os habréis percatado de aquellos autores que siempre buscan la información de primera mano. Un día llaman por teléfono al jefe de producción de tal empresa, el viernes siguiente se sientan a la mesa con el fundador de un startup y el domingo se van a pescar con Bill Gates (Por nombrar a alguien, que creo que puede disfrutar de una tarde de pesca).
La búsqueda incesante de estos contactos tiene dos facetas. Una nos dice: “Mira si soy importante, que tengo la agenda llena de citas con este tipo de gente”. La otra razón, sirve para ensalzar sus análisis. Aunque está del todo prohibido, algunos pueden pensar que este autor o autora, con la cantidad de networking que hace, también disponga de información confidencial.
Siendo un patán como inversor, yo también tuve el “privilegio” de sentarme con directivos. Lo hice en calidad de analista profesional. No diré que tuviera la agenda repleta de citas, pero si que rellené unos cuántos blocs de notas, con apuntes de estas reuniones.
Pero, después de una larga lista de encuentros, conference calls, reuniones one to one y encuentros informales, sigo pensando lo mismo: Para el inversor, son una pérdida total de tiempo.
Mi primera reunión como analista
Mi primera reunión como analista profesional, la tuve con resaca. La noche anterior me había liado a mojitos en el Barrio de las Letras de Madrid. Entre un chiste y otro comentario jugoso, nos dieron las 3 de la madrugada. Lo suficiente tarde para que, por la mañana, me arrastrase a cámara lenta por los pasillos del metro de la capital.
Aún así, a las nueve de la mañana estaba de punta en blanco, con traje y corbata, frente el edificio histórico de la Bolsa Española. Eso sí, con dolor de cabeza y sin haber desayunado.
Como cada año, se celebraba un foro entre analistas y directivos de empresas cotizadas, de pequeña y mediana capitalización. En este se realizaban los encuentros denominados one-to-one. Con este nombre tan moderno, se refiere a reuniones que se alargan hasta una hora, y dónde los directivos de las cotizadas desvelan dudas a los analistas, de tú a tú.
Mi primera reunión matinal no tenía nada que ver con esto. Nos llamaron para asistir al encuentro con la dirección de una consultora tecnológica, que se había incorporado recientemente a la bolsa. Tras un pequeño recorrido por los rincones y escaleras de aquél palacio, llegamos a la mesa. Y me encontré con una multitud.
Había cinco personas. Tras el reparto de todas las tarjetas, identifiqué:
Al director operativo
El hijo del fundador que también era el consejero delegado
La hermana del consejero, que era a la vez miembro del consejo
El director una empresa absorbida
La encargada de las relaciones públicas.
Vaya one-to-one que me esperaba. Sólo me faltaba la aparición del espíritu santo para animar este encuentro.
Como discurre una entrevista de analistas
A parte de una breve entrevista por teléfono con un director financiero, nunca antes había presenciado una reunión de este tipo. Por mucho que supiera de análisis y de la compañía - que me había estudiado a fondo -, no tenía ni idea de cuál era el ritual que debía seguir. A parte del reparto de tarjetas y de las presentaciones correspondientes.
Empezó el consejero delegado. Tomó un dosier que leyó, página por página, para contarnos todas las virtudes de su negocio. Mientras, mi cabeza estaba en otro lugar; preguntándose dónde podría encontrar desayuno y un café con leche, para amortiguar la resaca. Por suerte, no era el único que mentalmente no estaba allí. El resto seguían la conversación asintiendo con la cabeza, pero estaban todos concentrados con sus respectivos teléfonos.
A medida que iba concentrándome en la reunión y en la charla del consejero, menos sabía cuál era mi papel allí. ¿Qué puñetas debía aportar para después contárselo a los inversores? ¿Debía tomar notas de un documento que estaba disponible a la página web? ¿Debía hacer preguntas de cosas que no nos contaba?
Hay numerosos estudios que evalúan el impacto que tienen estas reuniones en el análisis de una acción. Uno de ellos, indicaba que cuando presentan resultados, la mayoría de analistas se convierten en animadores. Lo que llamo yo cheerleaders. De su boca no salen preguntas críticas, sino alabanzas del tipo “qué bien que os va!”.
Yo era incapaz de convertirme en este tipo de analista. Aunque tuviera resaca, había hecho el trabajo previo de análisis de esta compañía. Y sabía lo siguiente sobre esta consultora:
Sus instalaciones se caían a pedazos.
Era una empresa familiar, dónde todos los hijos del fundador (ya muerto) tenían algún cargo en el consejo. Incluso la viuda ostentaba el cargo de presidenta sin funciones. Y cobrando todos por ello.
Estaban hasta el cuello de deudas, antes de la ampliación para salir a bolsa.
Justamente, estos detalles son los que no se mencionan en una reunión. O, quizás, se pasa fugazmente por ellos. Con un “vaya, estáis toda la familia ahí metidos”, y ya está. En cambio, debes oír, una y otra vez, “nosotros somos el futuro”, “tenemos muchos planes” y todo tipo de historias sobre las expectativas que se tienen.
Una vez terminó la charla, me preguntaron por mis dudas. Y, por supuesto, sobre lo que me contaron ahí, no tenía ninguna pregunta. Frente cinco personas, mirándote seriamente, lo último que se te pasa por la cabeza es inspirarte e indagar sobre lo peor de su negocio. En tono solemne dije “parece que estáis preparados para todo lo que venga” y quedé como un señor. Qué vergüenza…
Aunque te parezca increíble, mentira o infumable. Esto es lo que hay. Por mucho que preguntes, son pocos los empresarios que se sinceran y te dicen: “tenemos un año peliagudo” (los hay y los he visto, pero son una anécdota, no lo habitual).
Por esta razón, el trabajo sucio, de buscar información y desvelar todos los trapos sucios de una empresa se hace en casa.
Finalmente, hicimos una encajada de manos y seguimos con otras entrevistas. Al cabo de unos años, el plan de esta empresa se torció y sus planes de financiación se fueron al traste. También falló un plan para adquirir la compañía. Terminaron declarándose en concurso de acreedores.
No podía predecir este triste final, pero mis dudas presagiaban un peor camino del que me pintaron durante la reunión.
El viaje hasta Madrid, las encajadas de mano y la charla, fue suficiente para alimentar la sensación de “hacer algo”. Los mojitos previos, lo mejor. Pero, en general, fue una pérdida de tiempo.
Feliz jueves y hasta la próxima semana!