Si inviertes en Disney, date una vuelta por sus parques
Como la compañía de la magia y la ilusión te quiere exprimir como un limón
Si eres un inversor de pacotilla como yo, seguro que habrás leído algo sobre el maravilloso mundo de Walt Disney. Aunque sea solo para darle un vistazo a las finanzas de la compañía. En mi caso, mi fervor va un poco más allá. No soy un fanático de las series, ni de los “universos” Marvel (¿O se llama multiverso?), pero me he leído más de un libro sobre la empresa.
También durante un breve tiempo, fui inversor. Esto me obligó a repasar sus estados financieros. Pero, me di cuenta, que por mucho que leyera todos sus números, nunca sería capaz de comprender lo que sucede en sus segmentos. Y, sobre todo, en aquél pequeño apartado dónde pone “Parks”.
Este verano he tenido la ocasión de volver a Disneyland Paris. Ya estuve en los 90, pero desde entonces ha cambiado mucho. Entre risas y gritos de emoción, me fijé en todo aquello que los números esconden.
A continuación van algunos apuntes de un economista camuflado, en uno de los mayores parques temáticos de Europa.
La gran máquina de hacer dinero
¿Te has sentido nunca como un billete con patas?
Debe parecerse a lo que siente un limón cuando lo quieren exprimir. Lo viví en Tailandia. En cualquier lugar, por muy cerca del paraíso que te parezca estar, allí te buscan constantemente por tu dinero. Para conseguirlo te ofrecen sus servicios y gritan: “Thai Massage!”, “Pad Thai!”. A ver si te interesa, y les sueltas más de un euro.
En Disneyland recordé esta misma sensación. Quizás son un poco más sutiles. No te gritan, ni los empleados te avasallan por los parques (Disneyland, Walt Disney Studios y Marvel Avengers Campus). Aunque creo que si pudieran, lo harían.
Más allá del hecho de que todo es carísimo, aquel ecosistema está pensado para que tu gasto sea un sin parar. Quieren que te dejes más dinero de lo que vale una simple entrada. O, en el caso de que vengas de fuera, quieren que te quedes y gastes las 24 horas. Por eso estás allí!
Me abrumé de tanta tienda, después de cada atracción. Subirte a una montaña rusa requiere en pleno agosto unos treinta minutos de cola, como mínimo, en franjas intermitentes de sol y sombra. Después de aguantar calor y una aburrida espera, disfrutas menos de tres minutos de subidas y bajadas trepidantes.
Pero después viene la guinda del pastel: La larga sección de productos Disney!
En estos locales hay de todo. Esté o no relacionado con la nave espacial a la que te acabas de subir: figuras de Buzz Lightyear, sudaderas de Toy Story, un conjunto de marcianos tirados por ahí, cerámica con grabados de Mickey Mouse…
Sea al lado de las atracciones, o en un lugar totalmente independiente, siempre hay una tienda que te espera.
Atención, amigo inversor, lo que venden allí, no forma parte de las ganancias del parque. Lo clasifican como merchandising. Y comprende desde los productos relacionados con los clásicos de la compañía (“Peter Pan”, “Alicia al País de las Maravillas”, “Bambi”… ), hasta los nuevos personajes Marvel como “Ant-Man”.
En mi primera visita, no había tanta venta de productos. Pero ahora, si no compras, no eres nadie para ellos.
Lo leí en un artículo hace unos días: ahora el objetivo de Disney son las familias. Que le den al fan que cuenta con un abono anual, que solo se sube a las atracciones. Ahora lo importante son los grupos. Aquellos que se pasan tres días y gastan en todo: comidas, bebidas, souvenirs y se vuelven a casa llenos de regalos con el logo de la empresa estampado.
Es lo que se llama buscar el “aumento del valor de cada usuario”. Aunque dicho de este modo pierde toda la magia.
Disneyland: El lugar más feliz de la tierra
En la entrada de Disneyland, en un lugar un poco escondido, dónde el visitante con prisas no para atención, hay una placa que dice: “A partir de aquí abandonas el hoy y te adentras en el mundo de la historia, descubrimiento y eterna fantasía”. Y, a pesar de esta bonita descripción; la de cabreos, discusiones y peleas que vi dentro del parque!
La gente entra ya quemada. Sea por los precios o por las largas colas para entrar. Todo es complicado y difícil, frente la verja de acceso. La cuestión es que cuando uno llega al recinto, ya se le ha borrado la sonrisa de la cara.
Pero, atención! Te dicen que abandonas el “hoy” y te llevan a otro sitio. Mágico. Fantástico. De descubrimiento.
Pues es así, una vez dentro, has abandonado el presente y te encuentras: más colas (para las atracciones, intentar sacar una foto con Darth Vader, comprar un bocata, beber agua de un surtidor, ir a mear…), precios de escándalo y formatos de comida que no hay quién los entienda.
Además, todo está en tamaño “Big Size”. Mi dificultad fue encontrar una ensalada que no tuviera beicon. En todas había una porción generosa de grasa. Para que recordaras lo que es la pura magia.
¿Qué hay más mágico que una porción de grasa en tu intento de comer medio saludable (y conservar la poca línea que te queda)?
Estoy convencido que este plan ya no es de mi estilo, pero si lo es para muchos niños y niñas. Es un lugar ideal para ellos. Como cuando fui con apenas más de 10 años. Entonces poco me importaban las discusiones, las cifras financieras, o que un plato tuviera demasiadas patatas fritas.
Al contrario, siempre quería más!
Feliz jueves y buena vuelta a la normalidad!