Criptomonedas, startups y crema de alcachofas
Tres conceptos que no tienen ninguna relación, pero a mi me los recomendaron de golpe
Otra de mis aficiones, a parte de la bolsa, es cocinar. De todo: caliente, frio, salado y dulce. Además, como todo buen amante de la gastronomía, tuve mi momento “Instagramer” durante el confinamiento de 2020. Entonces, dos o tres días a la semana los dedicaba a elaborar una receta nueva. Algunas me salían mejores que otras. Después, las inmortalizaba en la red etiquetada como “#foodporn” u otra chorrada por el estilo.
Con el tiempo, llegué a conocer a otros amantes del buen comer, con quién compartí recetas y trucos. La masa madre era el tema estrella. Pero también comentábamos como asar entrecots, hacer un rico pastel, o preparar buenos cocktails.
De todas estas disertaciones, salían algunos platos. Otros se quedaban en la imaginación. En cambio, hubo una receta que no terminó ni en aquello, ni en lo otro. Fue una crema de alcachofas. Una flor de primavera, que me llevó de nuevo al mundo de las inversiones. En esta ocasión, el de las criptomonedas.
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¿A ti te va esto de los bitcoins?
Nunca se me ha dado bien hacer crema de alcachofas. He mejorado mi crema de calabaza - me queda increíble - y también la de calabacín, que está pasable. Me atrevería con una crema de champiñones. Incluso de tomate o de pescado. Pero la de alcachofas, me sale terriblemente mal.
Por esta razón, un día revisando las stories de Instagram, me sobresalté cuando una chica a la que sigo publicó una fotografía de una crema de alcachofas. Tenía una pinta buenísima!
En estas ocasiones, no sé quedarme callado. Y este momento, fue uno de ellos. Inmediatamente, le pregunté como la había hecho. Cuál era su secreto. Ella no tardó en responderme. Me dijo que no lo sabía, qué había tomado la foto en un restaurante.
Que desastre! Con lo rica que parecía esta crema!
Aunque yo habría zanjado la conversación en este punto, pues ya no había ninguna receta de que hablar, ella continuó. Me preguntó lo siguiente: “Por cierto, veo que inviertes en bolsa. ¿Te va el tema de las criptos?”.
¿Criptos? ¿Yo?
Os pongo en contexto: Estamos en pandemia. Las bolsas suben. Pero el bitcoin y otras divisas de nueva hornada, dan el verdadero cante. Algunas doblan en precio. Otras triplican, cuadruplican… Casi todo el mundo se atreve a especular y ganan mucho dinero con ellas.
Todos los amateurs están triunfando, menos yo. Que soy un tío serio. Un value, que no se mete en estos berenjenales. No quiero saber nada de bitcoins, NFTs, ni otros productos esotéricos que recomiendan los amigos. Y veo como pasan las oportunidades por delante de mis narices.
Le dije que mejor que de criptos ni hablar. Y me respondió: “Oh! Yo quería recomendarte unas divisas. Me he ganado 800 euros con ello”.
¿Sabéis aquello de que a los influencers les harán pagar por recomendar inversiones? Pues esta chica se merecía que le cayera un puro. No solo no tenía tiempo para hacer ella misma una crema de alcachofas, sino que además intentaba venderme una moto. Y, bien seguro, cobrarse una buena comisión por ello.
Al final no consiguió su propósito, pero la historia no quedo aquí. Para nada. Se enteró que me dedicaba al análisis de inversiones y decidió darle mi contacto a una amiga suya. Una “experta” en startups y capital riesgo.
Si lo de venderme divisas ya me pareció una aberración, lo que vendría a partir de ahora, sería de chiste.
La asesora de startups
A las pocas horas, me contactó la amiga de la “chica de la crema de alcachofas”. A este nuevo personaje la llamaré “la asesora”.
Solo viendo sus sus fotografías colgadas en Instagram, pude hacerme una idea de su perfil. Todo estaba relacionado con ella y el lujo. Fotos con coches deportivos, en oficinas con vistas panorámicas, playas de ensueño, mostrando joyas…
Cuando pienso en un asesor, o asesora, no es esta la imagen que me viene a la cabeza. Lo siento. En mis pensamientos afloran personas vestidas con traje. Más bien aburridos de la vida, que no disfrutan con un plato de gambas y champán, al atardecer de un club de playa.
No tuve el tiempo suficiente de hacer el cotilla, que la asesora contactó conmigo. Me envió un mensaje diciéndome: “¿Qué día te va bien para conversar? Hablar de inversiones”.
Así. Sin más. No es la primera vez que alguien me busca para ofrecerme cosas. O, peor aún, para sacarme información (de esto ya hablaré otro día). Pero, aunque tardé en responderla, su insistencia fue en aumento. Su persistencia era digna de admiración.
Tras resistirme un poco, terminamos concretando una conversación telefónica. A ver que me comentaba sobre sus inversiones y sus startups.
Solo descolgar el teléfono, ya comprendí el tono de la llamada. Quería venderme otra moto. Esta vez se trataba de invertir en compañías pequeñas. Pero no cualquier tipo de inversión convencional (acciones y toda la pesca), sino que tenía que hacerlo a través de una página web.
La cosa funcionaba del siguiente modo. Ella trabajaba para una plataforma que impulsaba un catálogo muy reducido de distintos negocios. Todos, según ella, eran muy “disruptivos”, “interesantes”, “de futuro”, etcétera.
Por otro lado, y por esto me llamaba, ella buscaba inversores que quisieran participar de estas fantásticas oportunidades. Era así de maja, ella. ¿Cómo podían hacerlo los interesados? Pues adquiriendo unos tickets emitidos por su plataforma.
“Unos tickets, que te permiten invertir en empresas que no conocen ni en su vecindario”, pensé. ¿Os parece esto normal?
A mi me olió a estafa. Aunque conservé las apariencias. Le dije que si, que muy bien todo. Muy interesante y que me lo pensaría. Ya no entro en batallas dialécticas para decirles alto y claro lo que pienso (que son una panda de timadores, por ejemplo).
Tras la conversación, lo que si hice fue enviar un mensaje a la Comisión Nacional de Valores (la CNMV) a través de su página web. Esta plataforma no estaba calificada en ningún sitio. Ni lugar de confianza. Ni como un chiringuito financiero. A ver qué opinaban de esta plataforma tan extraña.
El correo decía lo siguiente:
Buenos días,
Me ha llegado una oferta para la participación en distintos negocios de la plataforma de la compañía XXXXX.
He buscado en su base de datos sobre entidades asociadas o alertas de chiringuitos financieros, pero no parece estar en ninguna de ellos.
Me interesaría conocer la fiabilidad de la compañía, como empresa de asociación participativa.
Muchas gracias y un saludo,
Envié el correo y la burocracia se hizo esperar.
Tardaron más de dos meses en responderme. Su mensaje era más bien escueto y me decía que habían cambiado el sistema de comunicaciones. Ahora, sí quería quejarme de algo, lo tenía que hacer por otro lado. En resumidas cuentas: a la CNMV les interesaba un pepino si alguien me estaba intentando estafar. Supongo que no se dedican a esto…
Moraleja de esta historia: La crema de alcachofas, las criptomonedas y las startups, no combinan nada bien.
Feliz jueves!
PD: A fecha de a hoy, la dirección de esta plataforma ha desaparecido. También el perfil de Instagram de la asesora.