El análisis técnico, una triste experiencia sobre esta disciplina
Desde el libro de Murphy hasta el colega "trader" del trabajo
En una de mis estanterías reposa desde hace años un libro de análisis técnico. Su autor es John J. Murphy y fue la única publicación de este tipo que entró para quedarse. Llevo años intentado colocarlo a algún amigo, pero no hay manera. De algún modo, es algo que me sirve para recordar mi breve recorrido en el mundillo del “chartismo”.
Mi periplo como inversor de pacotilla empezó hace muchos años. Y pasó por varias disciplinas: estudios cuantitativos, análisis fundamental y todo tipo de teorías esotéricas sobre como hacerte millonario, en cuestión de días.
Dentro de este cajón de herramientas para futuros alquimistas, el estudio de los gráficos era algo muy tentador. Al contrario que analizar la contabilidad y los resultados trimestrales, esto era dinámico, entretenido y no tenía ninguna dificultad.
Lo probé. Me entrené en el arte de leer los ticks en una pantalla. Empecé a invertir usando este método. Y lo dejé al cabo de poco. Al final, me harté de esperar las subidas y bajadas de una barra.
Y también de oír como todo el mundo se enriquecía haciendo esto. Todos ganaban, menos un servidor!
Los gráficos, estos grandes amigos
Al terminar la carrera, conseguí una beca para trabajar en una empresa de marketing en Bélgica. Mi cargo era el de “Assistant”, pero sinceramente aún no tengo claro cuáles eran mis tareas allí. Durante muchas semanas, estaba frente al ordenador sin saber qué hacer.
Pasé tardes tediosas, después de comer, montando hojas de cálculo que nadie se miraba. Teniendo en cuenta que no tenía ninguna responsabilidad (y nadie me controlaba), me pasaba horas y horas frente al ordenador buscando documentación sobre otras cosas. Ya uno de mis temas preferidos era informarme sobre la bolsa.
Todo esto lo hacía sin ningún tipo vergüenza. Sino, que me hubieron dado trabajo de verdad!
Me descargué algunos libros. Y, aunque no tenía demasiado claro cuál sería mi futuro profesional (y mis primeras inversiones habían sido un desastre), aquello de invertir me gustaba.
Ya, desatado por la cantidad de tiempo que debía pasar con el ordenador, busqué más y más información. Me perdía por los foros, leyendo todo lo que comentaban los expertos. Entonces Twitter aún era un lugar muy pequeñito dónde colgar comentario. Por esta razón mi patio de recreo estaba en los blogs, en los foros de páginas como Finanzas.com o en grupos de Google.
Allí destacaban los perfiles de los técnicos. No me fijaba en aquellos aburridos inversores que discutían de datos y beneficios, sino en los traders de todo tipo de activos. Estos eran los que enviaban mensajes a primera hora de una sesión normal con un “Buenos días! Es hora de ganar dinero”. Y, al cabo de poco, concluyan con un “he cerrado todas las posiciones con beneficios. Pasadlo bien!”.
“Qué bicoca!”, pensaba yo. Mientras me tocaba apechugar hora tras hora, en aquél despacho oscuro, de una casa rehabilitada de las afueras de Liége. Allí, afuera, había gente que acumulaba su patrimonio personal solo con revisar un gráfico por la mañana!
¿Cómo no me iban a ganar este tipo de estrategias?
Lo probé. Os lo expliqué en la aventura del maíz. Hice algunas operaciones más; a corto y a largo plazo. Y me di cuenta que aquello de leer gráficos no me gustaba. Aún le encontraba algún sentido a buscar tendencias. Pero lo de deducir siluetas de hombro-cabeza-hombro y murciélagos, en un gráfico, no era lo mío.
Tampoco se me daba bien. Al contrario de los comentarios, que ahora ya se colgaban en Twitter, lo mío era un desastre. Ni ganaba mucho dinero, ni cerraba las operaciones a primera hora de la mañana con millones en el bolsillo.
Josef Ajram decía que se levantaba por la mañana, trabajaba menos de tres horas, y luego se iba a entrenar para sus Iron Mans. A mi me daba la impresión que este señor se asemejaba a un semi-dios, si realmente era capaz de hacer tantas cosas (aunque lo dudo mucho).
Pero, además y aún peor, los otros que intentábamos hacer lo mismo y sin éxito, parecíamos una panda de burros. ¿Cómo podíamos fracasar con estas estrategias ganadoras?
Mi colega, el “trader”
Con los años, adopté mi estilo de inversión, basado en buscar situaciones bursátiles dónde suceden cosas: adquisiciones, fusiones, ventas de activos… En lugar de buscar “valor”, mi motivación es buscar la situación. Por encima de ir a la búsqueda de un buen negocio y ya está.
Durante mi formación como inversor, trabajé en una gran entidad bancaria. Y, tras algunos meses de mi incorporación, entró un chaval un poco más joven que yo, pero que se presentó como el futuro “pichichi” del departamento. Nos dijeron que era un crack en finanzas. Aunque su palabrería les engañó a todos.
De todos modos, ambos compartíamos las pasión por la bolsa. Pero partíamos de enfoques distintos. El mío, era fundamental. El suyo, con solo leer un gráfico, ya tenía toda una disertación sobre economía.
En los años que compartimos mesa de trabajo, siempre tenía escondida una ventana del ordenador, dónde tenía cuatro gráficos, con datos en directo. La mayoría eran índices, que consultaba cada cinco minutos.
Entonces, si por ejemplo el Ibex-35 hacía una subida repentina, te anunciaba el movimiento y explicaba el motivo. Solo con ver el gráfico ya sabía todas las implicaciones económicas de aquello. Además de indicarte a qué nivel se dirigiría el selectivo durante la próxima semana, y cuando terminaría su recorrido. La verdad es que se montaba todo un mundo de colores, sólo con dos ticks arriba o abajo.
A veces, le comentaba mis inversiones en empresas. Como la aventura con Cal-Maine CALM 0.00%↑ , un negocio de venta de huevos que bien merece un escrito. Pero él me miraba con cara de pena, diciéndome: "Ay, pobretón". Y después me largaba: "Eres demasiado conservador, a ti no te gusta el riesgo". Y se volvía a la pantalla, con sus gráficos.
¿Riesgo de qué? ¿De estar todo el día colgado frente el ordenador, mirando dibujitos? ¿Línea pa’arriba, línea pa’abajo? ¿Esto era el riesgo al que se refería?
No solo me daba lecciones, sino que también se vendía como experto en análisis técnico. En su currículo. En sus perfiles sociales. En algún que otro escrito en páginas web especializadas. Incluso formaba parte del equipo de profesores de un curso de bolsa en una universidad!
Era todo un personaje…
Esta situación coincidió con el “boom” del value investing. ¿Recuerdas aquellos aburridos inversores que antes hablaban de números y estados financieros? De golpe se volvieron guais. Siguiendo la estela de Francisco García Paramés, muchos de los comentaristas que antes tiraban líneas (los técnicos, los chartistas…), pasaron a buscar empresas infravaloradas.
Mi ex-colega se apuntó a esta corriente. La de hacer cuatro checkings y decir que aquella o la otra empresa “tiene valor”. Las mismas disertaciones que hacía antes a golpe de gráfico, ahora lo hacía con un breve vistazo a los resultados financieros. El PER había cogido protagonismo, y era este el que subia pa’arriba y pa’abajo.
Hasta dónde sé, incluso intentó sacarse el título de CFA (Chartered Financial Analyst). En teoría, la credencial de mayor reconocimiento entre los analistas financieros. No sé si ha conseguido el título, pero estoy convencido que si ahora le consultas, en un “plis plas” te analiza cualquier cosa.
Quién sabe, quizás también da clases en la universidad sobre el tema.
Traders, chartistas, inversores en valor,
Feliz jueves!