Huevos, gallinas y otros productos del montón
Mi inversión en Cal-Maine, una inversión normal, comprensible y aparentemente simple
Hace días que no escribo sobre ningún negocio en particular. Inversiones a las que puedes poner nombre, apellidos, y vienen acompañadas de una historia de risas y lágrimas. Como el chicharro de Avanzit. Este tipo de historias son las que echo de menos!
Por esto, hoy os hablaré de Cal-Maine; una empresa de huevos. Y de gallinas.
Mi primer contacto con esta compañía fue cuando quise poner los pies en el suelo e invertir en “negocios normales”. Y, a la vez, simples. De estos que no necesitas un MBA para comprender lo que venden. Que detrás tengan elementos tangibles, de carne y hueso. Por esto, ¿Qué hay de más tangible que una cotizada basada en criar pollos?
El post de hoy va de una empresa normal; y que parecía simple.
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Inversiones normales
No me lo saqué de la manga. Lo recomienda Peter Lynch, uno de los grandes gestores de fondos de inversión de nuestros tiempos. “Invierta en cosas que usted pueda comprender”, recomienda en sus libros. O algo parecido.
Esto choca con el génesis de cualquier inversor aficionado. En la cartera de un principiante hay muchos nombres difíciles de pronunciar. De bancos y otras entidades financieras. Seguros. Empresas tecnológicas, cada cuál más sofisticada que la anterior. Y un sinfín de marcas, que por estar compuestas por dos o tres nombres, parecen lo mejor de cada casa: Wells-Fargo, GlaxoSmithKline, Procter & Gamble…
Por otro lado, están aquellas acciones que clasifico como “los sospechosos habituales”. Como Indra, Vidrala, Aperam… Son compañías cotizadas, que llevan pululando en bolsa desde hace mucho tiempo y muchos hemos comprado por recomendación, o porqué nos suenan.
Y, aunque nos sean muy familiares. ¿A qué co***** se dedican?
Ni más ni menos por esta razón, Lynch y otros docentes de las finanzas siempre recomiendan que empezamos desde un peldaño más modesto. Si queremos invertir, que lo hagamos en negocios de los que tengamos un mínimo de conocimiento. Sea porqué los consumimos, o trabajamos con ellos.
Hay una larga lista de compañías que venden productos, que intervienen en nuestro día a día. Nos cruzamos con ellos en el lavabo, en el dormitorio o en el comedor. Y, probablemente, ni se llamen Indra, ni Tubos Reunidos.
Con esta filosofía de lo cotidiano, lo normal o lo más simple posible, he invertido a lo largo de mi carrera en algunas compañías. Una de estas fue Cal-Maine.
Cal-Maine Foods, Inc.: Una inversión de huevos
Cal-Maine es una compañía que vende un producto único y singular: huevos. Es uno de los ingredientes básicos en la cocina, y es fundamental en la repostería. No en vano, ocupa un capítulo entero (el segundo) en el famoso libro “La cocina y los alimentos” de Harold McGee.
No obstante, en comparación con lo que vende la tienda de la esquina, la facturación de Cal-Maine es enorme. En 2021 ingresó 1.777 millones de dólares.
A partir de ahí, y con sus números, es fácil realizar una disección del plan de negocio. ¿Cuál es el recurso básico para la fabricación de este producto? Pues, por supuesto, la gallina. La compañía se dedica a esto: criar gallinas, darles de comer y un lugar dónde dormir.
A priori, realizar este análisis no requiere ni un MBA ni otro máster en fusiones y adquisiciones.
Invertí en Cal-Maine, no solo por su simplicidad, sino porqué sus previsiones tampoco eran complicadas. El año que viene, el otro y el otro, se seguirán consumiendo huevos. Vaya, me extrañaría mucho que la dieta internacional cambiara de golpe, y fuera por otros derroteros!
No solo en España se usa el huevo en la tradicional tortilla, sino que en Francia también son unos amantes de las omelettes. En Estados Unidos y Reino Unido comen huevos fritos con bacon. En Tailandia los mezclan en el Pad Thai. Y, en Japón, el huevo duro lo usan en el ramen.
Sin huevos, nos quedaríamos sin estas delicias. Aptas también para vegetarianos.
El negocio de Cal-Maine parecía fácil y comprensible. Pero, como me sucede normalmente, a mis inversiones les surgen giros de guion. Lo que llamarían los expertos como “sucesos no corrientes”.
Justo al poco tiempo de convertirme en un accionista de la compañía - y pregonar a todos mis amigos que tenía una “inversión de huevos” -, me percaté que los gastos del negocio empezaron a subir. No era la hecatombe, pero si que perjudicaba la cotización. Que, de ninguna manera, se iba para arriba.
Busqué información y recurrí a algunas fuentes del sector (ganaderos de toda la vida, que desayunan en el mismo bar dónde tomó algún café, de vez en cuando). Después de este estudio de mercado, me di cuenta de lo que sucedía: Las gallinas requerían de más espacio, por imperativo legal, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos.
Por esto, compañías como Cal-Maine debían hacer frente a un mayor volumen de gastos para incrementar el espacio vital de su activo principal. O, sino, sacrificar el número de gallinas, porqué las que quedasen, respirasen mejor.
Al principio, me lo tomé como si fuera un chiste. Pero no era ninguna broma. El sector las estaba pasando canutas para mejorar la calidad de cada huevo.
Al final, la cotización de la compañía se mantuvo. Y yo pude recuperar mi capital.
A cambio, recibí una lección muy valiosa: Detrás de cualquier producto o servicio hay una maquinaria inmensa que lo desarrolla, a pesar que a priori, nos pueda parecer un negocio normal o simple.
Esto me recuerda la célebre frase del científico Albert Einstein:
“Everything should be made as simple as possible, but no simpler”
Ahí lo dejo.
Feliz jueves!
Yo también fui accionista en 2017 y vendí en 2018 con ganancias de un 8-10%...
Tengo que decir que uno de los grandes enigmas que se mantuvo mientras fui accionista de esta empresa era saber el porqué cotizaba en el NASDAQ