En búsqueda de milagros bursátiles
En medio de la crisis del siglo, yo invirtiendo en empresas desastrosas
A ver, ¿Qué puedo comprar? Cuando la bolsa se derrumba, y los precios caen, hay mucho listo diciendo: “Es el momento de salir de rebajas!”. Además de otras burradas por el estilo. Todas ellas contrastan con el pánico y los brokers tirándose de los cabellos.
A mi, me parece muy bien. Sé qué en las caídas, mi deber como inversor es empezar a buscar cosas baratas. Vende caro, compra barato. Pero, ¿Qué clase de empresas hay que seleccionar?
Hace unos años, justamente durante la crisis financiera de 2008, hice el panoli. Me puse activo en la bajada. Como me dijeron, invertí porqué el mercado estaba barato. Pero, también me puse exquisito. Quizás demasiado original, para ganar cómodamente como hizo todo el mundo.
En la historia de pacotilla de hoy te explico como la cagué, en un momento bursátil fantástico. Para que te sirva de consejo. O, al menos, de advertencia.
En la búsqueda de la turnaround story
No puedo seguir, sin explicar a fondo el sentido de una turnaround story. Y mi obsesión por ellas. Después de probar los chicharros, el análisis técnico y otro tipo de inventos especulativos, mi “estilo” de entonces era en buscar inversiones extraordinarias. Pero esta vez, escondidas en el resurgir de algunos negocios
Es probable que sepas de qué estoy hablando. Aún así, no te saltes este párrafo. Sino te perderás media historia.
Otros inversores antes que yo, han buscado con todas sus fuerzas un turnaround empresarial. Lo que significa que esperan una vuelta de tuerca de una compañía. Sobre todo si esta va mal, muy mal. Que haya estado años besando el barro. Y cuántos más detractores tenga mejor.
A estas cotizaciones hundidas, les sienta bien una resurrección. Si, de golpe, llega un gurú y las transforma, no solo recuperan la forma. Sino que dan muchos, muchos beneficios. Técnicamente, a esto se le llama turnaround story.
Si, voy a poner un ejemplo. Y éste será Apple, porqué soy así de original.
Esta compañía tecnológica, después de casi inventar el concepto de ordenador personal, pasó por una década y media muy rara. Entre los 80 y los 90. Incluso estuvo a punto de echar el cierre. Después la historia es conocida por todos y se han hecho libros y películas: la compañía recupera a Steve Jobs, le dan el papel de CEO de nuevo y llega la época dorada de la marca: introducen el iPod (bueno), el iTunes (vale), el iPhone (lo petaron) y el iPad (más de lo mismo).
Esto es un historia fantástica de turnaround. Dónde todos los inversores que aguantaron, se hicieron millonarios. Aunque, un segundo, esto es un ejemplo de los buenos. Pero también hay de los malos. Aquellas situaciones dónde no hay final feliz, ni comieron perdices.
Están aquellos negocios que las modas les pillan con el pie cambiado. Un ejemplo de ello fue Kodak. Su negocio se contrajo. Desde la entrada de los smartphones, su tecnología se volvió obsoleta: sus cámaras, sus “rollos” fotográficos…
Por esta razón, la compañía llegó a acogerse al concurso de acreedores, en 2012. Tras este batacazo, se incorporó en bolsa. Pero nunca fue la misma. Ni ha vivido una turnaround story. Sino que se mantiene como una pequeña smallcap que capitaliza 400 millones de dólares.
Me atrevería a decir que hay muchos más ejemplos de este tipo. Que como Kodak, cerraron el chiringuito. Y ahora, solo alguien les recuerda con la frase típica de: “¿Aún existe tal producto?”
Invirtiendo en compañías heridas de guerra
En 2008 la bolsa no bajó, se hundió. Las cotizaciones llegaron a niveles de escándalo. Había baratijas por todas partes. Fue en esta situación, cuando yo me dediqué a buscar nombres pequeñitos, que aspiraran a convertirse en compañías fantásticas. Nombres de los que no habrás oído hablar nunca.
Debo decir, en mi favor, que seguí las recomendaciones de los gurús. De todos, menos de los catastrofistas (ni a Nouriel Roubini, ni a Niño-Becerra, me los escucho). Pero para el resto, era todo orejas. Y ellos avisaban: “es el momento de llenar la cartera”.
Así lo hacía, pero en lugar de invertir en empresa mainstream, me dediqué a seleccionar turnaround stories. No me interesaban ni las Telefónicas, ni las Santanders, ni las Microsofts. Al contrario, me fijaba en compañías que no las conocía ni el tato.
¿Por qué lo hacía?
A ver, ¿Por qué se invierte en una cosa, y no en la otra? Obviamente, para ganar más. Esta era (y es) mi fijación, y la de la mayoría de inversores. Y, puesto que durante aquella temporada me había tragado ya unos cuántos libros de value investing, me había quedado con aquello de “buscar dónde nadie más está”.
Por estar, estaba casi solo. Trabajaba en solitario. Buscando negocios a la baja y deprimidos, a la espera de una resurrección inminente de su negocio. Mientras, otros inversores, como mi colega de trabajo, estaban comprando la mitad del Ibex-35.
Como es bien sabido, las bolsas en 2008 se hundieron, para recuperarse inmediatamente. Lo llamaron el gran rebote. Con este, compras tontas y hechas por un mono, tirando dardos a una diana, cualquiera habría ganado dinero. Todas las decisiones habría funcionado.
¿Todas? Todas, menos las mías!
Mi cartera sofisticada, y original, fue un desastre. Empresas de carbón que quebraron y cadenas de restaurantes que ningún cliente visitó, nunca jamás. Ahí estaban mis inversiones, en su vano intento de resurrección. En pleno 2008.
Con lo fácil que habría sido!
Aprendí la lección. Más adelante, seguí invirtiendo en esperanzas pérdidas. Como AIG o Yahoo! Pero estas sí que funcionaron y me dieron un buen pellizquito. Aunque esto ya es una historia de pacotilla para otro día.
Feliz jueves!